08 julio 2012

(124) LA VILLA FORTIFICADA DE ALMEIDA (PORTUGAL):

Ya desde sus imponentes entradas, la plaza fuerte nos da idea de su robustez, con sus murallas de doble exágono en forma de estrella de doce puntas, rodeada de un foso de 12 metros de ancho a lo largo de 2,5 kilómetros de perímetro.



Su estilo arquitectónico militar se asemeja a las clásicas fortificaciones defensivas de los siglos XVII y XVIII, tan frecuentes en nuestra Península y otros países. Su semejanza con la plaza de Elvas (en la frontera de Badajoz) es innegable.


Sus obras de fortificación duraron más de 100 años, desde 1641 a 1747. La plaza tuvo gran protagonismo en la Guerra de los Siete Años y en la Guerra de la Independencia española, siendo conquistada en 1810 por los ejércitos franceses al mando del mariscal Massena.


En la actualidad, la villa de Almeida no es mucho más que un bonito recuerdo de la grandeza de su pasado militar, cuando en sus fortines se acuertelaba una guarnición de más de 5.000 hombres y sus murallas albergaban más de cien bocas de fuego de diferentes calibres. 

 
Escudo de armas de Almeida (autor: Sergio Horta).

Dentro de la línea de ciudades fronterizas fortificadas entre España y Portugal, una de las plazas más importantes fué la de Almeida, situada frente al Real Fuerte de la Concepción, cerca de Aldea del Obispo, en la frontera salmantina que se encontraba fuertemente protegida también por el espectacular recinto fortificado de Ciudad Rodrigo. 



El llamado Picadero del Rey mantiene aún su actividad hípica y se encuentra perfectamente restaurado.


La antigua Pousada Nossa Senhora das Neves, ubicada en el interior del recinto amurallado, nos permite disfrutar de una aceptable cocina portuguesa, en la que no puede faltar, evidentemente, un plato de bacalao Estrela de Almeida que, en honor a la verdad, tampoco estaba para tirar cohetes:


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